sábado, 21 de septiembre de 2013

La langosta

Una fábula de José Luis Andrino
Erase una vez un matrimonio con dos hijos cuya vida era muy humilde, una de esas familias a las que les cuesta mucho llegar a fin de mes, y que abundan tanto últimamente.
Un sábado por la mañana acordaron que mientras la mujer se quedaba en casa con el niño más pequeño haciendo la limpieza, el marido iría con la hija mayor a hacer la compra al mercado. Antes de salir, la mujer le pidió al marido que administrase bien los pocos dineros que aún les quedaban, pues debía comprar comida para tener hasta que se terminase el mes. El marido la besó cariñosamente y le dijo que así lo haría.
Cuando llegó al mercado reparó en una pescadería que tenía unas langostas enormes. Se le fueron los ojos detrás de aquellas langostas y le dijo a su hija:
-¡Mira, qué langostas! ¡Con lo que a ti te gustan! ¿Qué te parece si llevamos una gran langosta para cenar esta noche?
La niña miró las langostas con cara de deseo, pero advirtió a su padre
-Papá a mí me gusta mucho pero cuesta mucho dinero. Si compras una langosta no quedará nada para comprar comida para más días-. 
El padre la convenció
-No te preocupes, ya veremos qué comemos los demás días. Piensa en la envidia que les vamos a dar a los vecinos cuando nos vean degustar tan exquisito manjar
Dicho y hecho, compraron la langosta gastando todo el dinero y se fueron muy contentos para casa.
Cuando llegaron a casa, la mujer recriminó amargamente a su marido que hubiese gastado todo el dinero en la langosta en vez de comprar productos más económicos que les hubiesen permitido comer hasta fin de mes.
Cuando fueron a cocinar la langosta se percataron de que el marido había comprado a precio de langosta fresca, una langosta que estaba precocida, seca y con poco sabor. No obstante, se la comieron.
Cuando estaban recogiendo la mesa, el hombre le dijo a su mujer: 
-Para no querer la langosta, bien que te la has comido
A lo que la mujer contestó:
 -Me la he comido muy a mi pesar, porque no había otra cosa. Si no hubieras malgastado el dinero en ella, ahora no estaríamos preocupados pensando qué vamos a comer mañana.


Si cambiamos el nombre a los personajes e identificamos al marido con el Sr. Alcalde, a la langosta con el espectáculo de Paquirrín y a la mujer con los cagarraches (o al menos parte de ellos), entenderemos la razón por la que algunos segurillanos (que habían criticado gastar el dinero en ese espectáculo) estaban consumiendo aquella mierda de langosta en la plaza
Sencillamente, porque era lo que había

No hay comentarios:

Publicar un comentario