martes, 8 de octubre de 2013

SÓLO EN TEORÍA


Un alcalde, en teoría, debería olvidarse de sus colores políticos cuando ejerce como tal, y fomentar entre sus vecinos la unidad y la concordia. Sin embargo, en Segurilla, esto es justo lo contrario a lo que ocurre. Y hace dos viernes, en el pleno ordinario de septiembre, el que creíamos alcalde de Segurilla, Pablo Barroso, demostró que solo era el alcalde del PP.
El pleno se convirtió en una arenga permanente del alcalde a su hinchada, en un lenguaje propio de otros tiempos, gesticulante y demagógico, hablando de segurillanos buenos y malos, de gente de bien y de gente con maldad, palabras que fueron aplaudidas, como en una coreografía preparada, por parte del público, perteneciente a las nuevas generaciones segurillanas.
Como clímax de este populismo transnochado, el alcalde se negó a aceptar ningún debate al final del pleno, y solo aceptó preguntas sin posibilidad de réplica, aunque él mismo sí que se explayó a gusto dando por verdaderos rumores e insensateces que corren por internet y que fue utilizando continuamente contra Izquierda Unida, cuyos miembros (los que acudieron al pleno) escuchaban atónitos cómo la coalición de izquierdas se convertía en la protagonista de la noche sin comerlo ni beberlo.
Las palabras de Pablo Barroso rezumaron continuamente odio, revanchismo y desprecio por la democracia. El equipo de gobierno del PP segurillano es incapaz de asumir que vivimos en democracia y que el pueblo tiene el derecho y el deber de ejercer el control a quienes lo representan. Tan prepotente y tan pagado de sí mismo se encuentra, que piensa que cualquier crítica constructiva va contra él y contra el pueblo, corriendo el riesgo, algún día, de ahogarse en su propia bilis.
Desprecio a Segurilla y a los segurillanos
Para más desprecio a Segurilla, cuando al final del pleno el público asistente se dispuso a hacer sus preguntas al alcalde y los concejales, casi todos los concejales del PP se marcharon, dejando al auditorio con un palmo de narices, en un gesto tan de mal gusto y escasa educación que es dudoso que se haya producido en otro pueblo. Solo permanecieron en el pleno el alcalde, el teniente alcalde y los representantes de la oposición.
El turno de preguntas fue lo más bochornoso de la noche. El propio alcalde se reafirmaba en sus opiniones fundadas en falsedades y no dudó en atacar en todo lo que rodeaba a Izquierda Unida, desde detalles personales de la coordinadora local hasta intentar manchar su labor de oposición con supuestos tejemanejes a través de las asociaciones de Segurilla.
¿Qué busca Pablo Barroso?
Cualquiera de entre las alrededor de 20 personas que asistieron al pleno el pasado viernes pudo comprobar cómo nuestro alcalde no es que quisiera ayudar a calmar los ánimos entre los vecinos después de su metedura de pata contratando a Kiko Rivera, sino que se empeñó de manera virulenta en escenificar una división entre los segurillanos que es inexistente. ¿A quién beneficia su actitud? Pablo Barroso no es tan torpe como para no saber que quienes aplaudieron sus arengas en el pleno no eran otros que sus incondicionales más jóvenes, y como tales incondicionales, le hubieran aplaudido hasta si hubiera cantado una saeta. Sin embargo, el daño que está haciendo a Segurilla es enorme. Porque una sociedad se construye entre todas las personas que la integran, contrastando opiniones y tirando hacia delante de un mismo carro, no eliminando a quienes están en la rueda izquierda, como parece que piensa nuestro alcalde.
La mentira tiene las patas muy cortas, que dice el refrán, y la verdad reluce hasta en la noche más oscura. La gente de Segurilla no es tonta, y sabe dónde buscar. Se acabaron los tiempos en los que la palabra del cacique iba a misa, ahora la gente puede investigar por su cuenta en los periódicos, en los archivos y en los Boletines Oficiales.
Y la justicia tarda. Pero es implacable, sobre todo cuando hay quienes estamos dispuestos a no dejarnos intimidar.