…y
resultó al final un mal chiste. Los que estuvimos en la madrugada
del sábado 14 al domingo en Segurilla, vivimos un momento histórico por lo bochornoso de la situación.
Todas las
risas y los comentarios que fluían entre los vecinos y visitantes se
tornaron en vergüenza y resignación cuando apareció en escena Kiko
Rivera.
Aún
habiendo recibido numerosas críticas, buenos consejos y haber
preguntado al pueblo en general sobre la contratación de este
artista, el ayuntamiento segurillano finalmente se salió con la suya (aunque
aparentemente se firmó el contrato con varias semanas de
antelación), y desoyó la voz de su pueblo que le expresaba en todo
momento su disconformidad con esta actuación. Todavía hoy, no
conocemos a nadie que nos haya trasladado su apoyo a tal acto.
Lo
que estaba siendo una noche de fiesta para todo el pueblo, cambió
radicalmente cuando hizo presencia el famoso DJ. La Plaza Mayor se
inundó de personas provenientes de botellones, para confluir en un
macrobotellón en dicho lugar, obligando a muchas de las personas que
estaban disfrutando de una noche agradable de fiestas a marcharse a
su casa o, cuando menos, a otro lugar. La música que ponía el
pinchadiscos contribuyó bastante a la huida de estas personas,
puesto que ésta va dirigida a cierto público, que no es apto para
la plaza de las fiestas de un pueblo. Quizás hubiera estado más
acertado ubicar la actuación en otro lugar más acorde sin tener que
cortar la fiesta a todo el mundo y, de este modo, ahorrarnos
situaciones aparatosas como las que vivimos.
Miraras
donde miraras se podía ver el mal ambiente de grupos de personas con
aires de quien cree que puede hacer lo que quiere y donde quiere.
Prueba de ello son las numerosas peleas de las que fuimos testigos,
continuas subidas de ambulancia y constante presencia de la Guardia
Civil.
Pero
lo peor fueron los residuos que dejó el protagonista indiscutible
tras su hora y tres cuartos de actuación. Hablamos de gente
alcoholizada y una sobredosis, gente violenta y suciedad por
cualquier sitio. Después, al reanudarse la actuación de la orquesta (cuyo caché
también desconocemos, pero se rumorea que es muy cara), una botella
de cristal voló desde el público al escenario, obligando a los
músicos de verdad a retirarse para recordar Segurilla para siempre.
Ya sin música en directo, el bullir de juventud sin control
respondió a la petición de respeto de la orquesta con el
lanzamiento de un hielo, lo que provocó finalmente su despedida
definitiva con un mal sabor de boca para todos. Más de media hora
más tarde, la carpa puso banda sonora a lo que era ya un noche
enrarecida, la cual continuó de mala manera hasta el amanecer.
Desconocemos
hasta qué punto el manto de basura y orines que cubrían las calles
del pueblo compensa la actitud déspota del alcalde haciendo caso
omiso de lo que ya era la crónica de una mala fiesta anunciada.
Solo
cabe preguntarnos cómo es posible que un pueblo que está endeudado
y que carece de muchos servicios públicos por falta
de dinero pueda permitirse pagar una cantidad
tan elevada por una actuación de apenas dos horas. Quizá alguien
pensó que este señor nos iba a solucionar los problemas económicos.
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